FRIEDRICH ARNOLD BROCKHAUS (editor)
Leipzig, 1907.
Litografía sobre papel de celulosa.
Buen estado de conservación.
La cartografía lunar, también conocida como selenografía, fue una disciplina que exigía rigor y una infinita paciencia. Se trataba de trasladar, por medio de un sistema de rejillas de coordenadas cuanto se percibía en el telescopio.
Pero la luz que viaja sin impedimento desde la Luna, se ve perturbada por las capas bajas de la atmósfera volviendo borrosas las imágenes que arroja el telescopio, por lo que costaba precisar los detalles de los cráteres y montañas lunares. Un atlas cartográfico podía ser una tarea que ocupara años y décadas. La llegada de la fotografía vino al auxilio de esta tarea de delicada traslación de la imagen del telescopio al plano.
Uno de los primeros hallazgos que llegaron con el telescopio fue el descubrimiento de los cráteres lunares, elementos que hoy asociamos de manera ineludible a la geografía lunar pero que no pueden ser percibidos a simple vista.
Los cráteres lunares se han producido por el impacto de meteoritos sobre la superficie lunar que apenas cuenta con atmósfera protectora. La mayoría de estos cráteres se formaron en una fase temprana de la Luna, hace unos 4000 millones de años pero aún hoy continúan produciéndose. El tamaño de los cráteres son muy diversos, van desde tamaños milimétricos hasta los 2500km de la cuenca de impacto Polo Sur-Aitken. Su forma también varía en función del impacto: los mayores suelen tener montañas centrales debido al rebote del meteorito en la superficie. Otros muestran terrazas escalonadas o contienen cráteres menores en su interior.